22 enero, 2007

Otro estuve allí.

Una de las cosas que más le agradezco a la vida o al destino, es el hecho de vivir en el Cajón del Maipo. Tenía nueve años cuando en mi querido país, - sí pues, si lo quiero harto - teníamos a la unidad popular de gobierno recién elegido. Para ese dieciocho de septiembre fuimos de paseo al Cajón del Maipo, era primavera, todos andaban como felices (por lo menos eso era lo que percibía con mi mente de cabro chico), mi papá tenía una Panard (era una especie de citroneta pero más bacán) y apenas se la pudo para subir la primera cuesta, así que tuvimos que parar en Las Vertientes... y ahí nos quedamos ese día, dos meses después me llevaron a acampar a ese paraíso con una banderita chilena sobre la carpa. Sí señor, una toma de terreno. Al principio me daba vergüenza pero que remedio si fui felíz desde el primer día, ya que teníamos el cerro al lado de la casa, perdón, de la carpa.
Y así pasó el tiempo hasta que mi papá terminó por comprar el pedazo que nos habíamos tomado. Y allí me quedé, nueve años después encontré el amor ¿o me encontró ? en el pueblito vecino que se llama La Obra. Caminaba todos los días dos kilómetros de ida para verla y dos de vuelta. Algo me dijo que había que estudiar para vivir, y estudié con tormentas, con huracanes, con toque de queda, con represiones por aquí, y con libertades por allá, pero estudié.
Nunca me gustó la política, sin embargo siendo tan re chico anduve pintando paredes para las elecciones del 70, y tres años despúes las anduve borrando. Lo importante es que había como buena onda para hacer esas cosas, se pasaba bien. Todavía quedaban hippies. Vivíamos cerca de Los Jaivas. Estuve ahí cuando ensayaban. Y el Todos Juntos, y el Mira Niñita se escuchaba en todo el pueblo.

Estuve allí un día en que iba a la escuela en la micro que bajaba con trabajadores desde Queltehues y escuchaba a Allende por la radio Magallanes, me quedó tan grabado eso de que se abrirían las alamedas, y que todavía me emociona cuando lo escucho. Porque estaba allí vendiendo rifa y los aviones disparaban a las antenas de la radio Corporación. Yo no sabía que eran balas, nunca había escuchado un balazo ya que en las películas suenan diferente. Llegué a dedo a mi casa como a las tres de la tarde. Y así me fui enterando de las noticias, y qué noticias.

Lo que es el destino, sino hubiera sido por la Panard que se taimó quizás donde estaría.